Por Luciano Inzunza, Director de Irade
El reciente seminario “Adopción de la Inteligencia Artificial en empresas de la región del Biobío” dejó un mensaje claro: la Inteligencia Artificial ya no es una promesa lejana, sino una realidad que está transformando la manera en que producimos, competimos y nos relacionamos con nuestros clientes.
El estudio presentado en el encuentro, realizado por Entel Digital junto a instituciones académicas y gremiales, nos entregó cifras concretas que invitan a la reflexión. En el Biobío, seis de cada diez empresas ya utilizan IA, y más del 90% cree que esta tecnología tendrá un impacto positivo en su organización. Pero el optimismo contrasta con desafíos importantes: un 81% de las empresas regionales no cuenta con programas de capacitación en ciberseguridad, y el 34% reconoce que la principal barrera para adoptarla es precisamente la formación de sus equipos.
Hay también matices interesantes: el 63% de las pymes y el 50% de las grandes empresas en la región utilizan la IA con un enfoque “transformador”, es decir, integrada a procesos clave que podrían redefinir su modelo de negocio. Además, un 31% de las pymes del Biobío está usando IA para “aumentar” la productividad mediante herramientas gratuitas, muy por sobre el promedio nacional (24%). Esto habla de una voluntad de experimentar, pero también de la necesidad de acompañar esos avances con estrategias de gobernanza, seguridad y visión de largo plazo.
Lo que viene es aún más desafiante: la IA no será solo una herramienta, sino una parte del organigrama de las empresas. Estudios recientes proyectan que las estructuras organizacionales evolucionarán hacia modelos híbridos, donde personas e inteligencia artificial trabajarán de manera integrada, asumiendo roles complementarios en la toma de decisiones y en la ejecución de procesos críticos.
Además, la adopción de la IA no debe limitarse a la empresa principal: su impacto debe extenderse a todo su entorno, incluyendo contratistas, proveedores y socios estratégicos. Solo así se generará un verdadero ecosistema de valor, capaz de elevar la competitividad regional en su conjunto y no solo de unas pocas compañías líderes.
En este entramado, las startups EBCT (Empresas de Base Científico- Tecnológica) son esenciales. Estas nuevas empresas, por diseño, consolidan esa integración humano-IA, actuando como aceleradoras del fenómeno: su capacidad para experimentar, escalar y articular soluciones innovadoras fortalece todo el ecosistema productivo de la región y más allá.
Aquí es donde la investigación y desarrollo (I+D) se vuelve una aliada estratégica de la Inteligencia Artificial. Según cifra de Icare y Corfo, en Chile, si el sector privado aprovechara plenamente la Ley de I+D, podríamos sumar más de 250 millones de dólares en inversión anual. Sin embargo, gran parte de ese potencial se pierde porque muchas empresas no certifican sus proyectos, dejando escapar recursos que podrían financiar mejoras tecnológicas, fortalecer capacidades y acelerar la adopción de la IA en sectores clave.
El Biobío tiene una base industrial y de conocimiento que pocas regiones poseen: empresas líderes, universidades de excelencia y un ecosistema emprendedor en crecimiento. Si combinamos ese potencial con una adopción estratégica de la IA y un uso inteligente de la I+D, podemos no solo cerrar brechas con la Región Metropolitana, sino convertirnos en un polo de innovación y desarrollo tecnológico de alcance nacional e internacional.
El futuro no espera, y la tecnología tampoco. Depende de nosotros decidir si la IA será solo una tendencia pasajera o un motor de cambio para un Biobío más productivo, inclusivo y sostenible.