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La política es nuestra

La política es nuestra

 

 

Es difícil ser optimista por estos días, pero al menos podemos intentarlo.

Partamos por constatar que vivimos un momento histórico de nuestra vida republicana. Un espacio excepcional que exige comportamientos excepcionales. Un cambio de actitud, sobre todo respecto a la forma de aproximarnos al diálogo y a la construcción de pactos.

Hoy tenemos sobre la mesa un acuerdo inédito sobre el que trabajar. Todos. No solo los “políticos”, a quienes por un lado denostamos en la crítica fácil; pero al mismo tiempo, cómodamente, les dejamos por décadas la cancha libre para que jugaran solos, limitándonos a renovarles o terminarles el contrato cada cuatro u ocho años.

Pero resulta que la política se construye en las ciudades -recordemos su origen en el vocablo griego “polis” que, esencialmente, significa «ciudad»-,  y por tanto en las reuniones vecinales, en el club deportivo, en el sindicato, en las empresas, en nuestras familias, en la sobre mesa.

Por otro lado hemos enaltecido el diálogo público privado, entendido como la relación entre el Ejecutivo y las empresas, dejando a los legisladores fuera de la ecuación. Los errores del pasado respecto al financiamiento irregular de la política no pueden seguir demonizando la relación cívica necesaria con nuestros representantes.

El llamado al diálogo, que muchas veces se oye abstracto y superficial, encierra concepciones profundas que sustentan la democracia.

El diálogo es la prueba tajante donde se reconoce al otro como un legítimo adversario -o colaborador, diría Humberto Maturana-, con una voz tan válida como la propia. Por tanto quien se reste a esta invitación, está negando la Democracia misma.

El diálogo permitió  que luego de semanas de dolor y aprendizaje, la clase política asumiera que era más importante ponerse de acuerdo que tener la razón. Una firma tardía pero que esperamos sirva de lección, considerando la obligación de  “parlamentar” a la que están mandatados por nosotros, los gobernados.

La “nueva normalidad” exige menos egos y más diálogo. Como ciudadanos responsables, tenemos el deber de participar activamente. Los próximos meses serán de grandes decisiones que demandan información de calidad. Los lugares de trabajo también pueden aportar a llenar los vacíos de educación cívica porque necesitamos con urgencia aumentar la participación y las empresas tienen mucho que decir y hacer, aportando ideas, valores y capacidades.

Hoy es el momento de escuchar con apertura y de instalar diálogos constructivos dentro de las organizaciones, como muchas empresas ya lo están haciendo.

Desde Irade queremos contribuir desde nuestra misión que es la promoción de buenas prácticas  y la generación de capital social, porque donde no hay capital social no hay desarrollo productivo; y sin desarrollo productivo tampoco hay paz social.

La invitación es a asumir que no podemos dejar la política exclusivamente a los políticos.

Carolina Parada Gavilán

Gerente General de Irade